martes, 19 de junio de 2007

Una Visión de la Idolatría. Reflexiones en torno a la obra de Bernal Díaz del Castillo: "Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España"

Profesor, Javier Muñoz S.


Una visión de la idolatría.

“...y una mañana estaba lleno el patio donde estaban los ídolos, de muchos indios e indias quemando resina, que es como nuestro incienso; y como era cosa nueva para nosotros paramos a mirar en ello con atención”.[1]

Bernal Díaz del Castillo, soldado español, participa de varias expediciones por América, acompañando finalmente a las huestes de Cortés en su viaje por México. Hemos de imaginar por lo tanto que fue un espectador privilegiado del proceso de descubrimiento y conquista del nuevo mundo. Así, gracias a esa experiencia, es capaz de refutar en cierto sentido la obra del humanista López de Gómara, Historia general de las Indias, al considerar que “en su historia en todo lo que escribe se engañó”[2]. En este sentido López de Gómara persona instruida, un eclesiástico erudito, compone un libro descriptivo de la realidad americana muy lejos de los sucesos que acontecieron en Nueva España. Esto permite a Bernal argumentar que si bien su relación no goza de un buen estilo y gran retórica, “la mera verdad resiste mi rudeza”[3].

Es cierto que en el proceso de utilización de fuentes el lector o el investigador, debe tener un cierto grado de crítica hacia las mismas, no obstante, ciertos elementos tan sencillos como que la relación de Bernal haya sido escrita por medio de la experiencia empírica directa y no de oídas, permite analizar con mayor objetividad los distintos aspectos y procesos del descubrimiento y la conquista de América a través de su mirada.
Llama la atención entonces el que Bernal haya sido un personaje presente en las acciones y que por medio de su curiosidad, observación y actuación en los eventos de la conquista, llegue hasta nosotros eso: la experiencia pura de un hombre que participa de los hechos mismos, pero que conjuntamente, los distorsiona. Por lo tanto si Bernal es parte de la conquista, es asimismo parte de la sorpresa y el asombro que representa el descubrir a otro territorio, a otros seres además, tan semejantes, pero también tan distintos a si mismos. La experiencia de Bernal volcada en su relación nos habla de sensaciones, miedos y contradicciones vitales, que permiten entender en su trasfondo la conducta de estos hombres europeos frente a un nuevo mundo.
De esta forma uno de los aspectos más interesantes que se desenvuelven durante el transcurso de la conquista y la posterior conformación de la colonia, es el de la cristianización de los indígenas, que parte a su vez de la consideración del otro como un idólatra. Esta concepción hacia los naturales, parte desde aquí, desde los primeros años de la conquista, cuando la conciencia de los peninsulares se preocupa y se trastorna al observar prácticas extrañas, rituales y símbolos desconocidos, pero aun más “ídolos de gestos diabólicos”[4]. En definitiva, la aventura que representa el descubrir, pasa prontamente a la empresa de dominar, para fines económicos y políticos, pero también muy fuertemente religiosos. La conquista de América será también una conquista del imaginario indígena, será fundamentalmente una conquista espiritual[5].
Este ensayo, vale recalcar, no tiene la intención de tratar profundamente los orígenes o las causas que motivaron a los peninsulares considerar a los indígenas como idólatras, al contrario solo ofrece una visión panorámica de la idolatría a través de los ojos de Bernal Díaz del Castillo. Se observará así sucintamente, como desde muy temprano durante el proceso de conquista los españoles se sintieron atraídos por esta nueva experiencia que se desenvolvía ante sus ojos, pero que se constituía como una realidad además que les motivaba a comprenderla, para luego transformarla.

Bernal Díaz del Castillo comenta que a diez días del mes de febrero de 1519, nueve carabelas emprenden el viaje hacia Cozumel. Inician un trayecto impulsados por la necesidad de expedición y de paso, la búsqueda de riquezas tan en mente entre los peninsulares de la época. Así, al llegar frente a las costas de la isla y luego de realizada la exploración por la zona, Cortés y sus hombres se encuentran con los primeros hallazgos de ciertas costumbres que “eran cosa nueva para nosotros”[6].
La novedad es descrita con gran atención por parte del cronista, comenta que: “subió encima de un adoratorio un individuo con mantas largas, el cual era sacerdote de aquellos ídolos e comenzó a predicarles un rato, e Cortes y todos nosotros mirando en qué paraba aquel negro sermón”[7] Al parecer un cierto temor alberga a los espíritus de los españoles que va íntimamente ligado al sentimiento de lo desconocido, pues Bernal califica como "negro sermón" a una prédica del cual no tenemos más conocimientos que su propio juicio. En este sentido aquel discurso practicado por el sacerdote indígena fácilmente puede haber sido una bienvenida o un gesto diplomático, tal vez una plegaria a lo igualmente desconocido, pero difícilmente podría haber sido una maldición, pues los españoles están recién llegados a la isla y aun no muestran sus actitudes más reprochables para que se les maldiga de bienvenida.
Sin embargo Cortés hace traducir las palabras y advierte que son cosas malas - para ellos - pidiendo a los indígenas que se encontraban también presentes que: “si habían de ser nuestros hermanos, que quitasen de aquella casa aquellos sus ídolos, que eran muy malos e les harían errar, y que no eran dioses, sino cosas malas, y que les llevarían al infierno sus almas; y se les dio a entender otras cosas santas e buenas”[8]. Esta interpretación de maldad por Cortés y sus hombres es probable que posea muchas razones, tal vez sea producido por el mismo temor a lo ignorado; asimismo su concepción mental católico-medieval (teocéntrica) les advierte que su verdad es la máxima entre las verdades, la cual debe ser llevada a todos los confines del mundo y legitimada en la existencia completa. Esta sería entonces una oportunidad importante para realizar la empresa de evangelización, dada la evidente naturaleza herética de los indígenas - pero además como pueblo paladín del catolicismo - los españoles siempre han estado enfrentados con otros muy distintos a ellos, por ejemplo, un sur peninsular musulmán por más de quinientos años; una Europa que se cierne ante ellos terriblemente en aras del protestantismo,; a partir del siglo XV; sumado al problema judío desde comienzos de la edad media. La actitud del español históricamente está marcada por el enfrentamiento y la oposición frente al otro.
Con todo, la acción acometida luego de la advertencia hecha por Cortés, no deja de ser insólita, pues no solo piden que abandonen las prácticas consideradas idolátricas, además, los objetos religiosos indígenas son destrozados, mutilados y quemados, borrados de la historia para luego superponer, en el mismo espacio (físico y mental) donde se situaban las deidades aztecas, los “ídolos” indígenas, la cruz y la virgen, símbolos máximos de la religiosidad cristiana. Los santos son confiados a los idólatras. Este hecho Bernal Díaz lo presenta con mayor claridad:
“Cortés mandó a que los despedazásemos y echásemos a rodar (a las estatuillas) en unas gradas abajo, e así se hizo; y luego mandó a traer mucha cal, que había harta en aquel pueblo, e indios albañiles, y se hizo un altar muy limpio, donde pusiésemos la imagen de nuestra señora; e mando a dos de nuestro carpinteros... que hiciesen una cruz de unos maderos nuevos que allí estaban; la cual se puso en uno como humilladero que estaba hecho cerca del altar, e dijo misa el padre que se decía Juan Díaz, y el papa cacique y todos los indios estaban mirando con atención”[9]

Después de este evento Cortés sigue con su itinerario, desenvolviéndose a partir de ahí variados acontecimientos, entre ellos la misma conquista de México. Es interesante observar a lo largo del manuscrito que la mirada hacia los indígenas por parte de los españoles después de lo sucedido sigue siendo muy ambivalente, pues se podría decir, que la observación y el juicio pende de dos hilos: por una parte la admiración, el regocijo por el esplendor de las ciudades, la riqueza, la cultura, la belleza por la naturaleza indígena. Por otro lado, la repugnancia hacia los sacrificios, la hostilidad frente a la adoración de los ídolos, el rechazo completo hacia las creencias religiosas de los naturales. De esta forma la crónica de Bernal se desenvuelve con los relatos de la conquista, pero conjuntamente y tocados de forma muy sutil, se entrelazan aquellas contradicciones mentales, mostrando transversalmente la impresión que causaba el indígena para el español, pero además conjugándolo con la necesidad de convertirlo, para salvarlo de sus creencias idolátricas, para salvarlo en resumidas cuentas de las garras del “demonio”.
Aquellas impresiones sutiles que da cuenta Bernal Díaz, se hacen evidentes a partir del capitulo CCVIII, en este, el autor trabaja de forma profunda el tema de la idolatría, demuestra la aversión que sienten los españoles frente a ciertas prácticas indígenas y lo equivocados que están estos al hacer estas cosas, por ejemplo:
“Tenían por costumbre que sacrificaban las frentes y las orejas, lenguas y labios, los pechos, brazos y molledos, y las piernas y aun sus naturas; y en algunas provincias eran retajados, y tenían pedernales de navaja, con que se retajaban. Pues los adoratorios, que son cues, que así lo llaman entre ellos, eran tantos, que les doy a la maldición, y me parece casi al modo como tenemos en Castilla y en cada ciudad nuestras santas iglesias y parroquias, ermitas y humilladeros, así tenían en la Nueva España, sus casa de ídolos llenas de demonios y diabólicas figuras”[10]
No solo las prácticas religiosas son rechazadas tajantemente por Bernal, si no se incluyen las prácticas sociales, mencionando por ejemplo los excesos en el sacrificio e ingestión de alimentos y las prácticas sexuales, “excesos carnales entre hijos con madres, y hermanos con hermanas y tíos con sobrinas, halláronse muchos que tenían este vicio de esta torpedead”.[11]
Las prácticas medicinales son también refutadas: “hallamos en la provincia de Panuco, que se embudaban por el sieso con unos cañutos, y se henchían los vientres de vino de lo que entre ellos se hacia, como cuando entre nosotros se hecha una medicina; torpedead jamás oída.”[12]
En definitiva, la balanza de la contradicción, la dualidad hacia el indígena se carga hacia la desaprobación de sus prácticas culturales. Bernal nos muestra con espanto las “torpes e insanas costumbres” de los naturales así conceptualizadas por él. Por lo tanto en un llamado casi de orden divino, los españoles son seducidos por sus conciencias a revertir estas injusticias, son llamados a cambiar el orden de las cosas, a formar policía y a eliminar toda idolatría, a cristianizar, en el fondo, son llamados a hispanizar para extender los dominios imperiales hasta el Nuevo Mundo ¿no será por tanto la idolatría además un buen pretexto para la guerra justa?
Bernal da cuenta de la voluntad de erradicar las prácticas culturales indígenas y superponer la mentalidad hispano-cristiana en aquel ideario, ya que “quiso nuestro señor Jesucristo que con su santa ayuda, que nosotros los verdaderos conquistadores que escapamos de las guerras y las batallas y peligros de muerte, ya otras veces por mi dicho, se lo quitamos y les pusimos en buena policía de vivir y les íbamos enseñando la santa doctrina”.[13]
Por lo tanto la visión de la idolatría en Bernal nos muestra que este aspecto es un excelente argumento para legitimizar la conquista y la introducción de enseñanzas teologías en el corpus de conocimiento indígena. Es decir posee una doble dimensión, política y trascendental.
Lo que viene a posterior es otro problema no menos interesante. Se ha visto de forma muy sintética la evolución de los conquistadores frente al problema del otro, y como esta experiencia la vemos reflejada en Bernal Díaz del Castillo, cuando pasa de una etapa de sorpresa ante las prácticas que se consideraban idolátricas, hacia un total rechazo que conduce asimismo a una voluntad por cambiar la estructura existente de la realidad indígena. Este punto es de suma importancia para Bernal pues lo vive, se da cuenta de los cambios doctrinarios, los presencia, ve la evolución del otro, y así es capaz de emitir un juicio al respecto, cuando por ejemplo menciona que “otra cosa buena tienen, que les han enseñado los religiosos, que así como hombres como mujeres, e niños que son de edad como para las deprender, saben todas las santas oraciones en sus mismas lenguas, que son obligados a saber; y tienen otras buenas costumbres cerca de la santa cristiandad, que cuando pasan cabe un santo altar o cruz bajan la cabeza con humildad y se hincan de rodillas, y dicen la oración del Pater-noster o el Ave-Maria”[14]
En conclusión y sin querer redundar en el tema, se observa la implicancia que posee la idolatría para el conquistador español, reflejado claro está, desde las palabras de Bernal. La idolatría constituye el primer puente entre los hombres de Europa y los indígenas Americanos, a través de la observación que hace el español a las prácticas indígenas para posteriormente enmarcarlas bajo su visión, en un concepto que él cree verdadero (la idolatría). La misión colonizadora se transforma en un proceso más profundo, y más trascendente que el simple hecho de dominación política y búsqueda de mano de obra. La “idolatría indígena”, bajo los cánones mentales cristiano-europeos medievales, choca de inmediato con la conciencia del conquistador, le repugna y le asignan ribetes que no son propios de la religiosidad indígena, es decir, la idolatría no existe en América, el conquistador la impone como concepto, como idea y como hecho real a través del ejercicio del conocimiento del otro, legitimando así lentamente las acciones políticas a seguir: la dominación y la aculturación. Finalmente es interesante observar como el asombro que siente Bernal hacia las prácticas religiosas, hacia los ídolos de madera, metal o roca se transfiguran en miedo y así en una voluntad para la acción política y religiosa, de esta forma lo desconocido debe hacerse conocido, lo extraordinario y lo nuevo, debe hacerse habitual, la idolatría indígena debe hacerse religión verdadera, espíritu cristiano.


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Bibliografía.
- Diaz del Castillo Bernal: “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”, Madrid, Alianza Editorial, 1989, Edición, índices y prólogo de Carmelo Sáenz de Santa María.
- Gruzinsky Serge, “La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII” México, Fondo de Cultura Económica, 1995.

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[1] DIAZ del Castillo Bernal: “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”, Madrid, Alianza Editorial, 1989, Edición, índices y prólogo de Carmelo Sáenz de Santa María. Pág. 65, 66. Conservaré en las citas de Bernal el lenguaje del español antiguo para poder admirar con mayor nitidez y objetividad el juego mental que se produce en sus observaciones.
[2] Ídem: Pág. 43
[3] Ídem: Pág. 44
[4] Ídem: Pág. 8
[5] Gruzinsky Serge, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII. Esta es la tesis fundamental del autor del libro.
[6] ídem Pág. 66
[7] Ídem Pág. 66. El destacado pertenece a este ensayo.
[8] Ídem: Pág. 66.
[9] Ídem Pág. 66. La advertencia del paréntesis pertenece a este ensayo.
[10] Idem pag 875, 876.
[11] Ídem: Pág. 876.
[12] ídem: Pág. 875.
[13] ídem: Pág. 876. El concepto poner en policía significa en el lenguaje de la época civilizar, proviene del griego polis, ciudad. Educar como se vive según las costumbres de la ciudad, es decir civilizadamente.
[14] Ídem: Pág. 877, 878